Dicen que la vida es cuestión de actitud, como la historia de los dos ratoncitos que cayeron dentro de una jarra llena de leche. 

EL CUENTO DE LOS DOS RATONCITOS Y LA MANTEQUILLA:

Había dos ratoncitos que cayeron dentro de una jarra  llena de leche, y al ser el borde demasiado alto, se quedaron atrapados en el recipiente. 

Por lo qué no tenían otra opción que nadar frenéticamente para evitar hundirse. 

Llevaban nadando más de dos horas cuando uno de los dos perdió toda esperanza y abandonó la lucha, por o qué dejó de nadar y se ahogó.

El otro ratón también estaba muy cansado, pero decidió seguir luchando hasta el límite de sus fuerzas. Por lo qué nadó y nadó sin descanso. 

De repente,  cuándo ya no le quedaba fuerza alguna, la leche se convirtió en mantequilla y el ratoncillo pudo apoyarse en ella y saltar hasta el exterior de la jarra y escapar. 

Pienso que los milagros no existen, creo qué las cosas se consiguen fruto del esfuerzo. 

Pero aún así es muy fácil pensar que ese ratoncito es un héroe y estar orgullosos de él.

Un día más en la vida de un enfermo crónico

UN DÍA MÁS EN LA VIDA DE UN ENFERMO:

Algo parecido pasa con los enfermos o personas con discapacidad, la gente tiende a resaltar lo fuerte qué somos y lo orgullosos qué están de nosotros. 

O lo fácil que es poner un poco de tu parte para conseguir lo imposible, como la típica persona que me me mira y me dice:

«Que pena, tan joven y en silla de ruedas, ten fe y ya verás como pronto estas andando«.

Pero, ¿acaso me conoces para saber cómo soy? ¿Tú sabes si me esfuerzo o no me esfuerzo, y qué es lo que me ha llevado a estar como estoy?

Es muy fácil ver solo la parte bonita de la historia, cómo el trozo de la historia del ratoncito cuándo convierte la leche en mantequilla. 

Pero nadie ve el resto de historia qué hay entre medias. No es un camino de rosas, no todo es maravilloso. 

Una discapacidad o una enfermedad no te hace mejor persona ni más fuerte. Y mucho menos lo mejor que te va a pasar en vida.

Simplemente hay veces qué no queda más remedio que ser fuerte, porqué no queda otra opción. 

Pero cuándo estás enfermo o tienes una discapacidad la gente no solo se toma la libertad en juzgarte para bien.

También eres juzgado por cualquier actitud en la vida, como por ejemplo porqué te maquillas, te arreglas o tienes buena cara y sonríes. 

Discapacidad invisible

DISCAPACIDAD INVISIBLE: 

Parece que fuese un delito pasarlo bien un sábado, sin tener en cuenta qué el resto de la semana has tenido 3 citas con tres especialistas diferentes.

Te han realizado una resonancia, 2 analíticas, y una endoscopia, te han cambiado el tratamiento y el dolor neuropático, la fiebre y las diarreas no han cesado.  

Y después de esa semana tú decides maquillar un poco tu vida y tu cara, taparte las ojeras y salir a dar un paseo.

Pero la gente lo único que se le ocurre decirte es: “pensaba qué estabas mala, no te veo tan mal”, haciéndote sentirte culpable por querer “dejar de estar enfermo” un ratito. 

Efectivamente uno no pretende dar pena, pero tampoco le apetece a nadie ser juzgado a cada momento de la ropa que llevas, si te peinas o te pones un poco de carmín en los labios. 

Llevar la vida de un enfermo no es fácil, es perder horas y horas en el hospital, en salas de espera incómodas y frías, para conseguir ver al especialista 5 min y luchar por un ápice de esperanza en tu diagnóstico. 

Desde hace 9 años mi día a día consiste en ir a mis citas médicas, y entradas y salidas de quirófanos con una media de 1 operación cada 3 meses. 

 

Cuándo la gente decide juzgarte no sabe lo qué es despedirte a la salida de un ascensor de tus familiares y entrar en una sala helada con un olor que jamás olvidas. 

Con máquinas pitando por todos lados donde 5-8 personas empiezan a trabajar sobre tu cuerpo, donde te sientes como si fueses una pieza en una línea de montaje en una fábrica. 

Donde alguien te quita el camisón a la vez qué otro te coge una vía, otro te hace preguntas y otro te empieza a poner todo el cableado para el corazón.  

Y finalmente llega el anestesista y te dice qué te relajes, ya qué estás temblando y no sabes si es por miedo, nerviosismo o simplemente por frío.

En ese momento te pide qué cuentes hasta 10, (no se vosotros, pero yo nunca llego al 10 ni de broma).  

Pero lo que si hago siempre es pensar en mi familia, en si los volveré a ver y cómo será mi día a día después de esa operación. 

Lo que tampoco ve la gente es cómo es tu recuperación después de una operación.

En estos 9 años me han operación tanto de las extremidades, huesos cómo de órganos y nervios. 

Y he de decir qué todas las recuperaciones tienen su proceso y esfuerzo, son dolorosas, lentas y con mi problema con las infecciones añadido, siempre siempre tengo complicaciones. 

Tampoco se ve cómo es la vuelta a casa después de un ingreso, cuándo eres enfermo crónico no te puedes permitir que alguien esté pendiente de ti 24 x 7 x 365. 

Aprendí a no hacer planes en el mañana, porqué sencillamente no sabré cómo me encontraré mañana,  ni lo qué podré hacer. 

Así que si un día me levanto y mi cuerpo ha decidido darme un poco de tregua, y me pinto mis labios, me pongo una falda y cojo mi silla, …

Y lo  primero que decides pensar es en ¿qué no estaré tan mal cómo te habían contado?

No todas las enfermedades se ven, no todos los días duele igual, no todos los días se siente igual,… 

Seguro qué a tí también te pasa, así qué no juzgues a todos igual  sin conocer su historia. 

Porqué puede que el ratoncito qué decidió rendirse era porqué tenía un problema en sus patitas y no podía moverlas y no porqué decidiese no luchar.  

Dicen que la vida es cuestión de actitud, estoy de acuerdo, pero no sólo cuenta la actitud.

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