Hola Titánicos, con motivo del día mundial para la prevención del suicidio, quiero sumar mi granito de arena para ayudar a visibilizar y concienciar que el suicidio puede prevenirse.
Por esa misma razón quiero hablaros de lo que es un ingreso de salud mental, en que consisten y hablaros de mi experiencia personal en un sitio de esos.
A día de hoy se realiza un ingreso de salud mental cuando el trastorno o enfermedad de salud mental no está controlada y se necesita una atención más exhaustiva y personalizada.
Si se mira con perspectiva… ocurre lo mismo con cualquier otra enfermedad, si tienes un problema de corazón, ya sea porque no esté controlado o porque necesites unos días hasta que te estabilices, lo mas probable, es que tus médicos decidan realizar un ingreso en la unidad de cardiología.
Pues ocurre exactamente lo mismo con la salud mental. En diversas ocasiones, la persona necesita estar mas vigilada por los especialistas, bien por un brote, un nuevo diagnostico, cambio de mediación, o incluso como método preventivo ante un intento de suicidio.
Justo esta última fue la razón por la que a mi me ingresaron unos días, hace ya casi una década, un ingreso que no lo recuerdo con agrado, ni la estancia ni el momento para mi vida personal.
Hay que tener claro que el suicidio es un problema importante de salud pública con consecuencias sociales, emocionales y económicas de gran alcance, puesto que actualmente se producen más de 700 000 suicidios al año en todo el mundo, lo que equivale a una persona cada 40 segundos.
Eso sin contar todas esas personas que intentan suicidarse, y es que debes saber qué por cada muerte, lo que se conoce también como suicidio consumado, se estima que hay 20 intentos de suicidio, también conocido como suicidio no consumado.
No hay que olvidar que cada uno de estos suicidios también afecta profundamente a muchas más personas, ya que a esas personas hay que sumarle muchísimos afectados, como puede ser la familia más cercana.
Y aunque sea un tema tabú, del que se evita siempre hablar, hay que tener presente que el suicidio es un problema que afecta de manera global a las familias, a las comunidades y a los países.
Esa es la razón principal por la que escribo este artículo, para contribuir y poner mi granito de arena contra ese tabú, dando visibilidad a algo con lo que conviven miles de personas en nuestro país.
En España se suicidan cada año entre 3.600 y 3.700 personas, esto supone 10 muertes al día; 2,5 cada hora.
EL INGRESO DESDE DENTRO:
Me ingresaron en agudos de salud mental tras tirarme con mi coche por un balate y caer 100m de caída libre y otros 200 dando volteretas.
No me dieron opción para el ingreso, aún estaba en shock cuando escuché aquella puerta cerrándose detrás de mí seguido del mecanismo eléctrico de cerrojos, después de casi 10 años aún puedo oírla como si hubiese sido ahora mismo.
Recuerdo que mi cabeza iba a mill por hora pero pensé:
¿Estoy detenida? ¿Esto es la cárcel por lo que he hecho? ¿Así se sentirán los presos cuando entran en la cárcel? Pensando que son culpables sin tener muy claro de que lo son?
Fueron unos días de pesadilla continua, donde le dijeron a mi marido que yo me negué a tener visitas los primeros días y a mi que él no quería venir a verme.
Allí todo se regia a golpe de reloj, bueno, mas bien de silbato, un silbato emparejado a un horario de actividades de rutinas ya establecidas, desde que te levantabas y hacia tu cama, hasta que volvías a la noche para acostarte.
Y es que desde que te ibas a desayunar… ya no podías volver a tu habitación, esa era una de las normas absurdas que había, junto con la de que no podías estar sólo en ningún momento, o si era día en el que había actividades o talleres como los llamaban, por la mañana pues tenías que estar haciendo lo que correspondiese en ese taller.
Talleres que consistían en actividades como la de colorear como si tuviese 4 años o recortar cosas del color que te dijesen de folletos de propaganda del super, eso si, lo hacíamos con la mano, ya que las tijeras estaban prohibidas, al ser muy peligrosas.
Y las mañanas que no había taller o era por la tarde tenías que estar en un patio que había al fondo del pasillo en el cual había una mesa de pin pong sin pelotas y raquetas, unas cuantas sillas y una fuente, sin agua, en el centro.
A pesar de estar al «aire libre», tenía tantas rejas con agujeros tan diminutos, que apenas se podía ver la calle, y tenía un techo de chapa, en cambio, al ser dáñales de septiembre, hacía bastante frío, sobre todo para estar con los pijamas del hospital que son más bien finitos.
Para cualquier cosa tenías que pedir permiso, incluso para ir al wc, te daban el trozo de papel higiénico ya cortado y alguien del personal entraba contigo, algo incómodo y absurdo porque supuestamente era para evitar que te autolesionaras pero no había ni espejos, ni manguera en la ducha, ni tapa en el wc, y mucho menos pestillo….
Tampoco tenías acceso a ningún cable, ni cargador de teléfono móvil ( todo eso se lo quedaban ellos), es mas, se quedaron hasta con los cordones de mis deportivas, y tenías que ir con mil ojos a la hora de andar para no caerte.
UNA PESADILLA DENTRO DE OTRA PESADILLA:
A consecuencia del “accidente” tenía varios cortes por cristales y una quemadura que me hice en la mano cuando saltó el airbag, así que me llamaron para hacerme las curas, y … si en ese momento ya era duro todo lo que estaba viviendo… no había echo nada más que empezar.
Jamás olvidaré cuando pasé por primera vez a ese cuarto de curas con el enfermero, el cual cerró la puerta detrás mía con el pestillo.
Le pregunté que porque cerraba, no tenía sentido ya que allí todas las puertas se abrían con unas tarjetas magnéticas que llevaban el personal atadas al cuello, por lo que pensé que ya estaba bastante cerrado.
Y si en ese momento me sentía ya bastante insegura, peor fue cuando el enfermero me dijo que si quería que me hiciese las curas y cambiase los vendajes para que no se me infectase tendría que pagarle.
Creí que era un chiste y en ese momento no le encontraba el sentido el humor a nada, pero cuando aún estaba intentando entenderlo me cogió del pelo y me hizo ponerme de rodillas, se bajo los pantalones y me estampó mi cara contra su.. po**a.
Me quedé totalmente bloqueada, entre el aturdimiento que tenía de la medicacion, del schok que aun vivía tras el “accidente”…solo recuerdo su olor y su voz de fondo diciéndome que si no le pagaba no me curaría y que no le hiciese perder el tiempo otro día si no pensaba pagar.
Y que recordase que si pensaba decir algo al médico, familia o alguien .. siempre sería la palabra de una loca encerrada en psiquiatría contra la de un enfermero.
Como parte de mi tratamiento, todas las mañanas tenía un rato con el psiquiatra, el cual fue uno de los pocos que me trató bien, pero cuando le conté al día siguiente el percance de lo que me había pasado y me dijo que hablaría con el enfermero…. entendí lo que quería decir el enfermero con que era mi palabra contra la suya.
Esa misma tarde vi acercarse a paso ligero a los dos enfermeros y sentí un pinchazo en el brazo, después de eso sólo recuerdo que me desperté en una habitación sobre una cama atada de pies y manos con correas de velcro.
Recuerdo vagamente que había una puerta con una ventanilla redonda, y una encimera como de cocina con sus muebles, cajones y lavabo todo blanco.
Me dormía constantemente y el rato que despertaba apenas estaba lucida y consciente.
Me dijeron que estuve 2 días, me sacaron de ahí en silla de ruedas porque no me sujetaba para hablar con el psiquiatra, el cual me preguntó que si había recapacitado de lo que había hecho.
Cuando le puse cara de no saber de que me hablaba, me contó que me abalancé sobre el enfermero cuando intentó que no me golpease la cabeza contra la pared y que por mi bien, para que no me hiciese daño me habían tenido que sedar y atar hasta que consiguieron que me calmase.
Ese día estuve atada a la silla de ruedas en una esquina mirando a la pared, solo me movieron las veces pertinentes para ir al comedor.
El comedor tampoco era un sitio de lo más agradable, tenías que esperar en la puerta junto con el resto de pacientes, iban diciendo tu nombre, entonces entrabas, cogías tu bandeja y te sentabas, había 4 mesas grandes como de unas 6-8 personas, y cuando estábamos ya todos sentados ahí te obligaban a comerte todo el plato, y si te negabas, bien porque no te gustaba o no tenías apetito… te escupían en las sobras y te la metían en la boca hasta que terminaras de comer todo.
De manera que ya procurabas comerte toda la comida, sin dejar nada en el plato, tan solo los cubiertos, ya que los contabilizaban y no podían faltar ninguno si no querías que te cachearan.
Unos cubiertos, que por cierto, eran de plástico y se partían con mirarlos, y si pasaba esto te regañaban porque podía ser un arma, así que comíamos con las manos para que eso no pasara.
En el comedor había un silencio angustiante, al ser los cubiertos de plástico, ni siquiera se escuchaba el tintineo de los cubiertos contra el plato, no nos dejaban hablar, tenías que comer rápido.
Los veteranos iban enseñando a los nuevos, pero siempre había alguien pagando el pato del mal humor de los enfermeros.
Aun seguía muy dormida, entre la medicación que te hacían tragar sin poder preguntar que te tomabas y los pinchazos…. Me desperté, esta vez sobre mi cama.
Pero esta vez con los pantalones bajados. Junto a mi estaba otro interno/paciente o como nos llamasen, tapado con una manta.
Empece a gritar, y a pedir que se fuese, poco a poco iba pillando consciencia d Emi cuerpo y del espacio, me notaba muy lenta en todos los sentidos, estaba demasiado medicada.
El también estaba dormido, pero en sentido contrario, con su cabeza hacia mis pies, y al levantarse vi que el no llevaba pantalones ni nada de cintura para abajo a excepción de unos calcetines mugrientos y rotos.
Vino el peor de los enfermeros y me dijo que si no me calmaba tendría que volver a pincharme y regresar a la otra habitación y entonces ni siquiera me enteraría de lo que me pasaría cuando estuviese sedada.
Yo solo quería ducharme, necesitaba ducharme pero no con el mirándome, no con nadie observándome, en ese momento no. Pero daba igual lo que yo quisiera, allí no elegías tu los horarios para ducharte ni para nada.
En ese momento solo pensaba que todo eso era mi castigo por lo que había hecho, no tenía otra explicación a todo lo que me estaba pasando.
LOS MENOS LOCOS DENTRO DE LOS LOCOS:
Allí había gente con depresión, intentos de suicidio, bipolar, Trastorno de identidad disociativo, demencia, esquizofrenia….
Creo que apenas había unas 25 camas, y cada uno con un trastorno diferente, con unas necesidades diferentes, pero tratados todos por igual, y, sinceramente, creo que ninguno estaba tratado correctamente, ni tenia la atención que necesitaba.
Estoy de acuerdo con que es casi imposible atender a cada uno con sus plenas necesidades pero, al igual que no tienes en la misma planta del hospital al que tiene una dolencia del corazón con las fracturas de huesos… creo que no todos los trastornos de salud mental tienen las mismas necesidades.
También entiendo la limitación de espacio y personal, pero … allí había gente que hablaba sola, gente que reía , gente que lloraba, gente que gritaba, había gente que llevaba tanto tiempo entrando y saliendo de ese lugar que había parejas.
También había un hombre que se paseaba todos los días desnudo tocándose sus partes intimas, otro que te decía que te veía el áurea de no se que color y que hablaba con los ángeles, una señora mayor que deliraba y todos creía que eran su hija, …
Yo me preguntaba que en que círculo de gente me verían los demás, porque si estaba allí… no sería la excepción de estar bien.
Allí lo normal era estar loca, y por tanto estaba permitido hacer de loco, es más, tarde poco en darme cuenta que la gente hacía tonterías porque … total… estábamos locos… y todo y nada estaba permitido.
Sin ir más lejos, la pareja que comenté antes que había, tenía relaciones sexuales en el pasillo (puesto que no se podía hacer uso de los dormitorios hasta la noche), un tío se paseaba desnudo por los pasillos (menos cuando había visita, no se que hacían con el durante ese rato), otro se metía en la hora del taller las ceras por la nariz y oídos, otro orinaba en la fuente sin agua del mini patio común…
Yo no me sentía cómoda ahí, solo quería saber cuando me marcharía y saldría de ahí para volver a mi vida, no quería hablar con nadie que tuviese que ver con ese lugar, no quería tener nada que ver con toda esa gente ni saber de sus vidas.
Pero el psiquiatra me dijo que tenía que abrirme a los demás y que uno de los pasos para acercarme a mi día del alta y poder irme era el relacionarme con los demás internos.
Así que eso hice, me junté con un grupito que vi de lo “más normal”, de más o menos mi edad.
Una chica estudiante bipolar que había ingresado voluntariamente a la espera de que su familia llegase a la ciudad y la llevasen a su hospital con su médico, un ladrón reincidente, que sabía que se tenía que hacer el loco para que le cayese menos condena, la pareja de novios que hacían todo lo posible para volver a ingresar, porque era la forma de verse y estar juntos (ella estaba embarazada).
En fin, ese grupo de gente fue lo “menos loco” que encontré dentro de la locura. A saber como me veían todos ellos a mí, y si sería digna de pertenecer en el grupo de los menos locos.
En ese grupo nos contamos todos como habíamos acabado allí y lo que habíamos echo, la ventaja es que allí había una ley no escrita de que nada estaba mal echo, en el sentido que nadie te iba a juzgar, a meterse contigo o a reírse de ti.
Allí todo el día estábamos todos muy medicados pero a pesar de ello era una locura (literalmente) estar ellí entre gritos, gente hablando con fantasmas, otros creyéndose ángeles enviados por Dios para limpiar el mundo de la gente mala, otros masturbándose constantemente…
Lo cierto que es que tampoco había mucho más que hacer, ya que no tenías acceso al móvil y el que lo tenía no lo tenía al cargador, sólo un rato y delante de ellos vigilándote, no podías tener nada personal, ni nada con cordones o cinturón, ni siquiera el sujetador, todo se consideraba un arma con la que te podías hacer daño o podías atacar al personal.
Hasta leer un libro lo consideraban que podía crear un estado de excitación, pena o euforia que ellos intentaban evitar sedándonos constantemente,
LA IMPORTANCIA DE UN PERSONAL FORMADO QUE MIRE POR LOS PACIENTES:
Hablando con el resto de chicas, a todas les había pasado lo que a mi con el enfermero, y es que si querías las natillas que te quitaban del postre, querías tu medicación (la pautada fuera de salud mental), o el no estar tan tan medicada, o simplemente querías tener tu propio rollo de papel higiénico… tenías que pasar por “pagarle” a los enfermeros.
Tan solo había una enfermera apañada en el turno de noches , pero apenas la veía ya que si por el día nos tenían super medicados… imaginaos por la noche.
Una noche nos llevó palomitas de su casa y todo y nos abrió la sala de cine para ver un ratito la tv. Fue el único rato en el que mi cabeza se sintió lo más cerca posible de ser “normal”.
No nos dejaban ver el telediario ni nada de sexo, y nada excesivamente violento, aunque me sorprendió que en la lista de las prohibiciones lo primero era noticias o cosas de actualidad y segundo temas relacionadas con el sexo o imágenes que pudieran excitar.
La gente por votación eligió ver una serie que echaban en aquel momento llamada Vikingos, yo no la veía, pero recuerdo que estaba muy de moda.
Posteriormente me hablaron muy bien de la serie pero … jamás quise verla por el hecho de que me recordaba a aquel lugar y me prometí a mi misma que jamás volvería, aunque solo fuese en mi pensamiento.
El ratito de evadirnos se que duró poco, pero me supo a gloria, lo necesitaba, pero la enfermera nos dijo que iban a venir los de seguridad del hospital, que se pasaban por allí cada x horas y si había algún altercado.
Y teníamos que estar todos en la cama y sin hacer ruido antes de que viniesen los vigilantes ya que si no el problema iba a ser para ella.
LA VISITA:
Los días pasaban y me iba haciendo a ese sitio, acostumbrarme no es la palabra, porque creo que jamás me acostumbraría a un lugar como ese, pero aprendí a ir por delante de los enfermeros para no tener problemas.
Como dije antes estabas todo el día con la cabeza embotada, me costaba trabajo hablar, pensar, hsta ver, pero curiosamente ese efecto se me pasaba para la hora de la visita, en el mismo patio ponían mesas y mas sillas para la hora de la visita para , por así decir, tener sitio para estar con tus familiares en el patio.
No todos tenían visita, pero lo que si me di cuenta es que curiosamente los que estaban peor, eran mas problemáticos o más violentos… desaparecían la hora de la visita, y que estábamos mas atontados aún ese rato.
De forma que cualquier cosa que le contara a mi pareja de lo que pasaba ahí dentro… quedaba como una mentirosa.
No había voces, no había empujones, ni amenazas, ni enfermeros salidos, ya que curiosamente te llamaban en ese rato por tu nombre, no por el mote que te había puesto y parecían atentos y amables.
Encima si contabas cosas parecía que estaba peor y no mejor, y a estas cosas es a las que me refería antes de que te ibas haciendo al sitio.
MÁS CERCA PARA EL ALTA:
Me di cuenta que si contaba cosas de ahí dentro parecía como que me las inventaba para llamar la atención, y encima quedaba como una mentirosa, así que deje de hablar de los abusos y violaciones que se cometían ahí dentro e intenté “complacerles” en lo que pude para salir lo antes posible de allí.
Si querían que hiciese amigos allí dentro pues eso hice, si querían que hiciese figuras de plastifica y colorease libritos de colorear de niños de 4 años pues eso hice, si querían que me comiese todo el plato pues eso hacía, si querían que teníamos que estar todos en el patio aunque hiciese frio y nos tuviésemos que sentar en el suelo pues eso hacía…
Y funcionó, a los pocos días de estar así me dieron el alta. Me daba casi tanto miedo volver a casa que quedarme allí, pero con la diferencia que allí no quería pasar ni un minuto extra más.
Cuando volvía a cruzar aquella puerta volví a escuchar aquel portazo a la vez que los cerrojos electrónicos cerrándose tras mi paso. Con la diferencia que me entró una sensación extraña con una mezcla de libertad y miedo.
Sabía que ya nada volvería a ser igual que antes, tan solo había estado unos días pero todo me parecía diferente, como si hubiese estado décadas ahí dentro y hasta la luz del sol me cegaba.
Quiero hacer hincapié en que esta es mi experiencia, por suerte desconozco como son otros lugares o como los manejan.
Desconozco incluso si en todos estos años han cambiado la forma de llevarlo en mi propio hospital ya que hay pasado 10 años.
No ha sido nada fácil escribir este artículo, pero creo que si queremos dar visibilidad a la salud mental .. también es necesario dar visibilidad a esta parte que la acompaña.
Creo que ya es bastante duro encontrarse en un momento tan tan duro como el de llegar a pisar el acelerador a fondo en una curva en una carretera de montaña y no dar opción a poder dar marcha atrás a tus acciones como para que las personas que te van a proporcionar ayuda, esos profesionales que están, supuestamente para ayudarte se aprovechen tanto de su cargo, que pisoteen de esa forma a unas personas tan vulnerables.
Ojo, no todo el personal era así, el doctor que me atendió a mi me pareció magnifico, y la enfermera de las palomitas de aquella noche también.
Pero dudo mucho que yo fuese la única persona que se quejase allí de ciertas acciones del personal, dudo mucho que fuese la única persona a la que se le ignorase porque era mas fácil eso que el tomar medidas contra unos compañeros, y era defender una loca anteponiéndome ante sus compañeros.
Pero también pienso que es tan culpable el que ejecuta como el que calla y lo permite o no lo evita.
Con esto espero dos cosas, 1. que el personal que es de los que callan sean justos y valientes y sean profesionales de verdad. 2. Que si estas cosas siguen pasando o pasan en mas sitios y lo lee alguien que le este pasando o le acabe de pasar… que no tenga miedo como lo tuve yo, que no se deje silenciar como me dejé silenciar, que se de cuenta que no está solo/a y que alce la voz para que se haga justicia y se ponga solución.
¿DONDE PUEDES PEDIR AYUDA?
La Confederación Salud Mental España ofrece un servicio de información y asesoramiento gratuito sobre salud mental a través del email ‘informacion@consaludmental.org’, la web ‘www.consaludmental.org’ y los teléfonos 91 507 92 48 y 672 370 187.
Y desde el año pasado el Ministerio de Sanidad lanzó la Línea 024 de atención a la conducta suicida.
Tratándose de una línea telefónica de ayuda a las personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida, y a sus familiares y allegados.
En caso de emergencia vital inminente puede llamar directamente al teléfono de emergencias 112.
La línea 024 no pretende reemplazar ni ser alternativa a la consulta presencial con un profesional sanitario cuando sea necesaria, y los destinatarios de la línea son las personas con conducta o ideación suicida, así como los familiares o allegados de víctimas de suicidio o de personas con ideación suicida.
El 024 es un servicio de alcance nacional (accesible desde todo el territorio nacional), gratuito, confidencial y disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.
Además hay otros teléfonos donde acudir en caso de necesitar ayuda:
El Teléfono de la Esperanza 717 003 717 recibe cada día unas 5 llamadas de personas en riesgo suicida.
El 910380600 es el Teléfono Contra el Suicidio que gestiona la Asociación La Barandilla, además está el Teléfono ANAR de Ayuda a Niños y Adolescentes 900 20 20 10.
Espero que os haya gustado o parecido interesante este artículo, en tal caso no dudéis en compartirlo con otros Titanes que penséis que les puede servir de ayuda, para así poder dar visibilidad a esta información entre todos y ayudar a más Gente Titánica.
Aunque esta información ha sido revisada y contrastada, el contenido es meramente orientativo y no tiene valor terapéutico ni diagnóstico.
Desde Somosdisca te recomiendo que, ante cualquier duda relacionada con la salud, acudas directamente a un profesional médico del ámbito sanitario que corresponda.
Fuente: www.somosdisca.es
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