Recuerdo perfectamente cuándo empezó mi dolor en la pierna, aunque en ese momento aun no sabía que tendría que convivir con él, el resto de mi vida.
Normalmente te enseñan a que si te duele algo, antes o después se pasará, pero no nos educan ni nos enseñan a convivir con él día, tarde y noche.
Posiblemente una de las peores cosas del dolor, a parte del propio dolor, es que no se ve; y si no se ve, para muchos es que no existe, incluso para los facultativos
Cuando vas al medico diciendo que tienes algún tipo de dolor, primero buscan una causa física lógica, pero cuando pasa el tiempo, y supuestamente no hay causa lógica te empiezan a decir que es ansiedad, que son imaginaciones tuyas o te terminan mandando al psiquiatra.
Llega un momento que empiezas a dudar de tí mismo, pero ese dolor es real, la gente te dice que no te quejes tanto, que no le des tanta importancia y que no te obsesiones y de esa manera te dejara de doler.
Pero lo que sí que esta claro, es que ese dolor no te deja concentrarte en el trabajo. ¡Qué digo en el trabajo!, ni siquiera para ver una película o leer un libro, no te deja comer, no te deja descansar, y llega el día que no te deja sonreír.
Tuve la “suerte” que las razones de mi dolor dieron la cara: una infección quirúrgica. Cuando quisieron darse cuenta, los daños eran irreversibles, hueso perdido, nervios dañados y partes blandas. Tras casi una decena de operaciones para “arreglarlo” hubo una cosa que no mejoraba: EL DOLOR
Ahí fue cuando conocí a la Unidad del Dolor, tardó en llegar cosa de un año la primera cita, pero mereció la pena la espera.
Fue en el primer sitio que me tomaron en serio, que no me miraban raro si decía que me dolía aquí o allí, o había perdido sensibilidad, por fin no me tomaban por loca.
Fue la primera vez que me dijeron que tenía lo mas parecido a un diagnostico. Parece una tontería , pero yo necesitaba ponerle nombre a lo que me pasaba.
Tenía Osteomielitis crónica y daño neuropático, por lo que me pusieron un tratamiento a base de opioides: oxicodona, tramadol, gabapentina, parches de lidocaina… toda una coctelera. Pero cada vez necesitaba más dosis y más visitas a urgencias a por chupa chup de fentanilo.
El dolor iba en aumento, cada vez me costaba mas pensar y mantenerme despierta y había perdido la sensibilidad en la mayoría de mi cuerpo por culpa de la medicación, era raro el día que no me quemaba, cortaba… y ni me daba cuenta.
Me explicaron que el dolor crónico no tiene ninguna función, no sirve para avisar de nada, simplemente esta para incapacitarte, acarreando aislamiento, depresión y desgaste físico.
Llegue a pedir que me amputaran la pierna, es algo que antes o después ocurriría por la osteomielitis, ¿para qué esperar? Y así acabaría con ese dolor tan desesperante.
Pero me explicaron el funcionamiento de los receptores del dolor, el sistema simpático y parasimpático, y en definitiva…, que seguiría teniendo ese dolor, independientemente de conservar la pierna o no. Por lo que mi animo se vio bastante comprometido, porque mis opciones se iban agotando.
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