El 21 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Alzheimer, evento instituido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) 

Disfrutar de más años de vida es, sin duda, un gran triunfo del desarrollo humano. Los avances médicos y la adopción de hábitos de vida más saludables están consiguiendo desplazar algunas discapacidades y problemas de salud graves hacia edades cada vez más avanzadas. 

Pero no todo es de color de rosa, ya que no es el caso de enfermedades como el Alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas y, en general, de los trastornos cognitivos asociados al envejecimiento.

Se trata de trastornos para los que actualmente carecemos de tratamientos efectivos que frenen su aparición o retrasen su curso. 

Hay que tener en cuenta que  el 90% de los casos, la enfermedad del Alzheimer afecta a 1 de cada 10 personas de más de 65 años y a casi la mitad de las de más de 85. Envejecer es, pues, el principal factor de riesgo para sufrirla.

El envejecimiento progresivo de la población y la ausencia de un tratamiento efectivo pueden provocar que el número de personas con Alzheimer en el mundo se triplique en las próximas décadas.

Así, la cifra de afectados podría pasar de los 46 millones actuales a 135 millones en el año 2050.

Durante el mes de septiembre CEAFA y toda su estructura confederal (además de otras entidades interesadas) desarrolla un intenso programa de actos con el doble objetivo de sensibilizar a la sociedad española acerca de esta «epidemia del siglo XXI«, así como sus consecuencias socio sanitarias.

Y de desarrollar una campaña de educación sanitaria dirigida a promover la prevención de esta patología, que afecta a más de 4,5 millones de personas en España, entre quienes la padecen directamente y sus familiares cuidadores.

 

El alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza principalmente por la aparición lenta de síntomas que evolucionan a lo largo de los años.

Se trata de una enfermedad degenerativa de las células cerebrales, las neuronas, de carácter progresivo y de origen hoy todavía desconocido.

Inicialmente se produce pérdida de memoria, y desorientación temporal espacial.

En una segunda fase el enfermo pierde fluidez en el lenguaje, tiene dificultades para vestirse y necesita ayuda constante para realizar actividades cotidianas. En la fase avanzada la incapacidad es profunda y no se puede valer por sí solo.

 

Su personalidad experimenta alteraciones irreversibles; deja de hablar, no reconoce a sus allegados y presenta incontinencia urinaria y fecal.

Asimismo, aumenta la rigidez muscular, de manera que va quedando progresivamente recluido a una silla de ruedas y después a la cama.

Además, aparecen otras complicaciones como ansiedad, angustia, agresividad o depresión.

Actualmente no existe un tratamiento farmacológico curativo de la enfermedad.

Sí hay, en cambio, tratamientos farmacológicos y no farmacológicos que aminoran la velocidad de progresión de la enfermedad, si el estadio es aún temprano. 

 

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