El 29 de Setiembre es el último Domingo del mes y como todos los años, se celebra el Día Mundial de la Retinosis Pigmentaria.
Una jornada en la que las Asociaciones de la Retina Internacional repartidas por todo el planeta, pretenden llamar la atención sobre esta enfermedad que es invisible a los ojos de la sociedad.
Todos sabemos que la solución a la retinosis pigmentaria no es cuestión de un día pero esta celebración anual ayuda para captar la atención de la sociedad para esta problemática que aqueja a muchas personas en el mundo.
Un año más miles de afectados con esta enfermedad piden que las investigaciones en el tema sean más constantes y avanzadas ya que son la esperanza de lograr terminar o combatir con más recursos la enfermedad.
La Retinosis Pigmentaria es una enfermedad ocular que produce una grave disminución de la capacidad visual, y que en muchos casos conduce a la ceguera.
Aunque se nace con la enfermedad, es raro que se manifieste antes de la adolescencia, y prácticamente siempre lo hace de forma insidiosa, de tal modo que el enfermo no es consciente de su dolencia hasta que ésta se encuentra en fases muy avanzadas.
La retinitis pigmentaria generalmente se da en familias y es un trastorno que puede ser causado por muchos defectos genéticos.
Las células que controlan la visión nocturna, llamadas bastoncillos, son las que tienen mayor probabilidad de resultar afectadas; sin embargo, en algunos casos, las células del cono retiniano son las que reciben el mayor daño.
El distintivo más importante de la enfermedad es la presencia de manchas de color oscuro en la retina.
A medida que la enfermedad progresa, también se pierde la visión periférica de manera gradual y la afección puede conducir con el tiempo a la ceguera, aunque generalmente no es completa.
Los signos y síntomas a menudo aparecen primero en la niñez, pero los problemas visuales severos usualmente no se desarrollan hasta los primeros años de la edad adulta.
Hoy en día ya se conoce algo más la enfermedad, aunque aún queda mucho por investigar, lo que sí se sabe es que aparece debido a la destrucción de los fotorreceptores, es decir, las células que se encuentran en la retina que se ocupan de captar la luz.
Se pueden distinguir dos tipos de células:
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Los bastones que son los que nos permiten ver de noche y percibir una amplia zona del campo visual.
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Los conos, que se sitúan en el centro de la retina y se encargan de la visión central, de la del día y de la de los colores.
En las primeras fases de la retinosis pigmentaria, son los bastones los que se van deteriorando; mientras que según progresa las células que se destruyen son los conos, pudiendo dar lugar a una ceguera total.
Sus primeros signos:
Esta enfermedad tienen una naturaleza hereditaria, pero esto no significa que todos los miembros de la familia tengan riesgo de padecerla, depende de la genética, por ello se puede detectar mediante un estudio genético.
El mayor porcentajes de afectados comienzan a notar los primeros síntomas entre los 20 y 30 años.
El origen se encuentra en la llamada “ceguera nocturna”, la cual se caracteriza por una lenta capacidad del paciente para adaptar su visión en la oscuridad.
El siguiente paso es la pérdida progresiva del campo visual, dado lugar a lo que se denomina “visión en cañón de escopeta”, la cual se detecta a través de la campimetría.
Tratamiento:
Aunque se sabe cómo se desarrolla la enfermedad, aún no hay tratamiento para su cura.
Por ahora las investigaciones se están centrando en frenar su evolución, y es que solo hace 10 años que se empezaron a entender los mecanismos que conllevan la muerte celular.
Parece ser que en la retina hay unos vectores víricos que actúan sobre los genes de las células que se destruyen, y que podrían favorecer su supervivencia, pero es algo que aún está por verificar totalmente.
También se está trabajando en la posibilidad de realizar trasplantes de tejido retiniano y de células madre, pero de igual forma, está aún en proceso.
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