El instituto puede ser igual de horrible y peligroso que un campo de batalla si sufres bullying, y marcarte para el resto de tu vida como nos cuenta Javier Gallurt con su experiencia.
Vivimos en una sociedad, en la que si te sales de los que llamamos «perfección» eres un blanco fácil de mofa y burla.
Y esta mofa y burla lamanetablemente empieza a crearse desde los colegios e institutos.
¿A quien va dirigida? Muy sencillo, cualquier excusa es buena, tener unos kilos de más, tener una discapacidad, gafas o pecas son razones suficientes para centrar la atención de los acosadores.
Pero la palabra bullying va mas allá de unas risas y burlas por parte de unos y llantos por parte de otros, ya que, de acuerdo con la OMS, es la primera causa de suicidio adolescente.
Personalmente pienso que el bullying ha existido siempre, lo que pasa que no sabíamos tantas palabras en inglés y se llamaba de otra forma.
Al rededor de 150 millones de estudiantes de entre 13 y 15 años han confesado sufrir violencia entre compañeros en la escuela y en sus inmediaciones.
Lamentablemente según el grado de acosos que se tenga de pequeño te puede afectar incluso de adulto.
Más de 200 mil jóvenes que sufren acoso escolar se suicidan, ¿quieres seguir participando en el acoso escolar?
EL INSTITUTO, POR JAVIER GALLURT:
A continuación os compartio un texto de Javier, el fué victima de bullying durante el instituto, y aunque ahora ya es un joven adulto, sigue sufriendo las consecuencias de su experiencia
«El instituto… lugar insigne, símbolo de inicio de la madurez, pero también símbolo de crueldad silenciosa y objeto de pesadillas y malos recuerdos.
Algunos pasan desapercibidos por sus muros. Abren sus libros, cargan sus mentes con contenidos que después no van a comprometer a la memoria y los van a desterrar al lago del olvido.
Pero el instituto es algo más que compañeros inseparables con los que compartir reflexiones de jóvenes imberbes, guardas secretos y deambular con jovial sonrisa por sus pasillos.
Hay una cara oculta, historias que se ocultan detrás de una pizarra, relatos de terror y sufrimiento…
Quiero compartir mi historia, un trozo de mi vida que me persigue, una historia de ira y contención, de insultos, mofas y golpes.
Viajemos al año dos mil cuatro.
No era bastante con lidiar con todos los cambios que supone pasar a la pubertad sino además con el miedo de saber que no volverás a estar seguro, excepto en tu casa.
Andar por el instituto era como andar con un rifle sin balas y que sabes que sólo lo portas para asustar.
El recreo era la peor hora, recuerdo amenazas mientras el reloj marcaba que sólo quedaban quince minutos para la hora de nuestro más que merecido descanso y de esa forma dar un respiro a nuestras neuronas agotadas de absorber tanto conocimiento en tan poco tiempo.
La hora del recreo suponía para mí una vía de escape, podía huir a la calidez de la biblioteca y fundirme en el abrazo de miles de páginas que esperaban a ser leídas.
No sólo era el raro por mi forma de ser, sino por mi forma de vestir. Vestía de una forma pulcra, algo que creo que a la gente le chocaba ¿O quizás era envidia?
Cuando mis captores se daban cuenta de que no me encontrarían en el patio, (dónde muchas veces se escondieron gritos de dolor e insultos), ya empezaban a planear otro macabro encuentro, solo que esta vez serían más:
La hora de la salida para el retorno a casa.
Recuerdo que mientras atendía en clase de Biología, uno de los que querían pegarme me hacía una señal con un dedo recorriendo la mano a través del cuello. ‘’Estás muerto’’, eso se podía leer en ese signo silencioso que gritaba a la vez que me esperaba una buena.
Y la profecía se cumplió, al salir del instituto y, después de haber comprobado que no habría nadie a quien alertar con mis quejidos se abalanzaron tres personas contra mí.
Entre escupitajos, insultos y golpes empezaron a menguarme, recuerdo que una vez me provocaron una brecha en la frente, era pequeña, pero sangraba, al fin y al cabo.
Lo peor empezó al mes. Todas las noches serían un infierno. Cuando estaba en mi cama recostado miles de punzadas se agolparon en mi corazón como aguijones de abejas asesinas.
Recuerdo no dormir, tenía miedo. Estaba sintiendo que podía morir en cualquier momento.
Lo que estaba sufriendo eran silenciosos ataques de pánico, y estos a su vez eran la antesala de ‘’terrores nocturnos’’.
¿Cómo podría avisar que estaba siendo objeto de bullying? La respuesta era simple, no podía.
La única persona que se dio cuenta fue mi madre que puso cartas sobre el asunto.
Ella, siendo consciente de que algo pasaba empezó a estar más atenta de todo, me esperaba vigilando desde el balcón.
¿Por qué? No sólo el acoso estaba presente en los traicioneros muros de un amasijo de ladrillos y cemento, sino en la vuelta a casa.
Algunos me pegaban nada más bajar del autobús, hacían que me dirigiese a un sitio sin salida y ahí empezaba el festival de las pesadillas.
Esa vez mi madre se dio cuenta, en ese momento llamó al centro, al siguiente día, creo recordar.
Solicitó que me cambiasen de parada, más lejana a la mía.
Pero aún así no estaría a salvo. Estaría siempre a merced de verdaderos verdugos que, sin compasión afilaban el silencio el hacha con la que después habrían de matarme una y otra vez.
Deseé que terminara pronto, deseé no volver.
El día que marcaba el final de mi estancia allí una sonrisa se me dibujaba. Ya no tendría que volver a ver la cara de nadie, podría ir en paz a cualquier sitio.
En definitiva, podría volver a ser feliz.
Como reflexión me gustaría decir que tanto el colegio como el instituto tiene que ser un sitio de atesoramiento de saber, no de dolor y malos recuerdos.
Ahora, vago con ira acumulada. Ese episodio y otros me han convertido en una persona que, de estar silenciada y diezmada, ha pasado a tener una especie de deseo de venganza.
La ira recorre mis venas, sigo soñando con ello, algunas veces también con deseos de venganza. Afortunadamente no soy como ellos y lidio día a día con la intención de olvidarles, para siempre.»
Puedes leer mas reflexiones de Javier en su pagina de Facebook «Café, cigarro y palabras«
Estas palabras son compartidas con la sencilla intención de ayudar a reflexionar sobre lo que está pasando y lleva pasando mucho tiempo.
Y tú, ¿cual fue tu experiencia en el instituto?
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