El ritmo de vida que se lleva hoy en día provoca que muchas personas acaben padeciendo trastornos del sueño. A veces no se le da la suficiente importancia a dormir poco o mal, pero si este hecho aislado se convierte en un hábito, y ni se duerme ni se descansa lo suficiente, la salud se resiente.
Dormir bien o mal es tan importante como llevar una buena alimentación.
Tanto a nivel físico como psicológico, un mal descanso tiene consecuencias negativas sobre el cuerpo y el cerebro, además de que favorece el desarrollo de enfermedades.
A nivel físico, un descanso nocturno inadecuado provoca cansancio, somnolencia, disminución de atención y concentración, lentitud de pensamiento, e irritabilidad. A nivel psicológico, la derivación crónica de sueño suele favorecer el desarrollo de enfermedades como depresión y ansiedad.
Una de las causas más frecuentes de la fragmentación del descanso nocturno, es la apnea del sueño, un factor de riesgo importante de sufrir hipertensión arterial, infarto de miocardio y enfermedades cerebrovasculares, afirma el responsable de la Unidad del Sueño.
Si se tienen dificultades para dormir, es recomendable salir de la cama y volver a los 15-20 minutos.
La razón de esta recomendación es que si se permanece en la cama despierto, no solo se incrementan la frustración y el nerviosismo, sino que el cerebro aprende que en la cama se puede estar despierto y por tanto se amplifica el insomnio.
A pesar de la mala fama que se ha generado alrededor de la siesta, puede ayudar compensar el déficit de sueño, ya que es un hábito que coincidente con los dos periodos naturales de propensión al sueño en los seres humanos: uno prolongado por la noche y otro breve por la tarde.
Una de las recomendaciones más extendidas sobre el sueño es la de dormir ocho horas cada noche.
El consejo se sustenta en investigaciones que indican que tanto quienes duermen mucho como quienes duermen poco tienen una mayor probabilidad de sufrir de ciertas enfermedades y de vivir menos tiempo.
Pero es difícil saber si es la falta de sueño la que causa la enfermedad o si se trata de un síntoma de un estilo de vida poco saludable.
Se entiende que una persona duerme poco cuando de forma regular disfruta de menos de 6 horas diarias de sueño; mientras que se considera que duermen demasiado quienes lo hacen durante más de 9 o 10 horas al día.
En el caso de los niños, sin embargo, se recomiendan hasta 11 horas de sueño nocturno, mientras que los adolescentes deben hacerlo hasta por 10 horas.
El sueño poco reparador ha sido relacionado con numerosos problemas.
Una revisión de 153 estudios en los que participaron más de cinco millones de personas encontró que no dormir lo suficiente estaba asociado de forma significativa con la diabetes, la alta presión sanguínea, las enfermedades de corazón y la obesidad.
Privar a las personas de suficiente sueño durante apenas unas pocas noches consecutivas puede ser suficiente para llevar a adultos saludables a un estado prediabético. Esta moderada privación de sueño dañó la habilidad de sus cuerpos de controlar los niveles de glucosa.
La privación de sueño debilita el sistema inmune haciéndonos presa fácil de infecciones. Además, las vacunas también son menos efectivas.